Como facilitadora de aprendizaje autodirigido uno de mis principales objetivos es seguir desescolarizando mi mente y aprendiendo mas sobre la educación y mi especialización es el aprendizaje basado en el juego.
Y ese es uno de mis principales consejos aprender es jugar, se juega para aprender.
Te comparto un fragmento del libro de Peter Gray investigador y académico estadounidense en psicología. Es profesor de investigación de psicología en el Boston College y autor de un libro de texto introductorio de psicología. Es conocido por su trabajo sobre la interacción entre la educación y el juego, y por su perspectiva evolutiva de la teoría psicológica.
Libres para aprender
Porque el aprendizaje lúdico garantiza
niños felices y seguros de si mismos.
Peter Gray
Traducción del Ingles
Gabriela Uranga
Paidos
Los niños llegan al mundo ansiosos por aprender y genéticamente están
programados con extraordinarias capacidades para hacerlo. Son unas
pequeñas máquinas de aprendizaje. En sus primeros cuatro años de vida, o
en un tiempo similar, absorben una cantidad inmensa de información y
desarrollan habilidades sin instrucción alguna.
Aprenden a caminar, a correr, a brincar y a trepar. Aprenden a entender y
a hablar su lengua materna, y con esta lengua aprenden a expresar
su voluntad, a discutir, a divertirse, a enojarse, a hacer amigos y a plantear preguntas.
Adquieren una enorme cantidad de conocimientos sobre el mundo físico y social
que los rodea. Todo esto es potenciado por sus instintos e impulsos innatos, por su
natural sentido del juego y su curiosidad. La naturaleza no elimina este
deseo y esta gran capacidad para aprender cuando los niños cumplen 5 o 6
años. Nosotros somos quienes los desactivamos con nuestro coercitivo
sistema de enseñanza. La lección principal y más duradera de la escuela es
que el aprendizaje es un trabajo que debemos evitar siempre que sea
posible.
Pero en la actualidad es imposible imaginar que den tanta libertad a un niño.
Esta es una de las grandes pérdidas que hemos sufrido como sociedad”. Pero no
solo es una gran pérdida: es una pérdida trágica y cruel. La naturaleza ha
diseñado a los niños para jugar e indagar por su cuenta, sin intervención de
los adultos. Necesitan libertad para desarrollarse, y si carecen de ella,
sufrirán. El impulso a jugar libremente es básico, biológico. La carencia del
juego en libertad tal vez no mate el cuerpo, como la falta de comida, de aire
o de agua, pero mata el espíritu y atrofia el desarrollo mental.
El juego en libertad es el medio por el que los niños aprenden a hacer amigos,
a vencer sus temores, a resolver sus propios problemas y, en general, a controlar
sus propias vidas. Es asimismo el medio básico por el que los niños practican y
adquieren las capacidades físicas e intelectuales esenciales para el éxito en
su cultura. Nada que hagamos por ellos, incluidos los juguetes, el tiempo de
calidad y el entrenamiento que les proporcionemos, puede compensar la
libertad que les quitemos. Lo que los niños aprenden con sus propias
iniciativas, en el juego libre, no puede enseñarse de otra manera.
Estamos excediendo los límites de la adaptabilidad de los niños. Los
hemos colocado en un ambiente anormal, donde se espera que pasen, como
nunca había sucedido, una gran parte del día bajo la dirección de los
adultos, sentados en bancas, escuchando y leyendo cosas que no les
interesan y contestando preguntas que no son sus propias preguntas y que
para ellos no son preguntas reales. Como nunca, les dejamos menos tiempo
y menos libertad para jugar, para indagar, para descubrir y para dedicarse a
sus propios intereses.
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